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19 Ene

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«VUESTRO BIEN SERA MI BIEN Y VUESTRAS PENAS LAS MÍAS»

3 Ene

Me llamo María Teresa Azparren y llevo trabajando en Uganda desde hace muchos años. Os cuento una de mis experiencias vividas en la misión de Ngeta, en la diócesis de Lira.

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Trabajaba con los catequistas y me di cuenta de que sus condiciones de vida no eran las mejores, pero con ayuda y esfuerzo podían mejorar. En ese grupo de catequista había tres chicos que habían sido alumnos míos en el Instituto, y así pensando junto a ellos surgió una iniciativa muy interesante.

Se trataba de que ellos tenían que hacer el esfuerzo económico de comprar un buey. Si lo realizaban yo sufragaba, con las ayudas que me podían venir desde España, un segundo buey para que pudieran trabajar mejor el campo. El esfuerzo para ellos era considerable, pero el objetivo era preciso: mejorar las condiciones de vida de toda la familia. Y eso porque sabemos las dificultades de trabajar la tierra de un modo manual y dependiendo siempre de los ciclos caprichosos del tiempo, de las lluvias u otros fenómenos.

Iniciamos con tres catequistas nada más, pero luego ellos se fueron animando y me iban presentando a otras personas de confianza que conocían. El contrato era siempre el mismo, el primer buey lo compraba la persona interesada y con un pequeño proyecto sufragábamos el segundo.

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DICIEMBRE: MES DE ALEGRIA, FIESTA Y REGALOS

19 Dic

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Heme aquí en mi segunda Navidad en Perú, un periodo corto, pero a mí me parece estar aquí de toda la vida. Aquí todo es diverso empezando por el clima (aquí ahora es verano), pero el espíritu Navideño se vive desde que empieza el mes de diciembre con fiestas, chocolatadas, panteón…

Estoy contenta de estar aquí en medio a esta gente sencilla y buena donde Dios continúa su encarnación. Nuestra comunidad está situada en la periferia de Lima, al sur de la ciudad, una zona de cerros y arena, que pertenece a la Diócesis de Lurín, creada hace 21 años.

La gente llegó a estos lugares invadiendo el terreno en los años ’80, cuando arreció la crisis económica en el País y el terrorismo de Sendero Luminoso empezó a crear muerte y destrucción sobre todo en la zona Andina. Desde entonces la gente continúa llegando buscando mejores condiciones de vida y de estudio para sus hijos.

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La zona donde estamos nosotras, Pamplona Alta, empezó a ocuparse en el año 2000, al principio como criadero de chanchos (cerdos), casas de estera o cartón prensado etc. Hoy la situación ha cambiado y mejorado bastante. Muchas casas ahora son de ladrillo y cemento y tantos jóvenes frecuentan la universidad. La esperanza y el deseo de mejorar hace que la gente se empeñe con faenas (trabajos comunes) para obtener lo que necesitan: agua, luz, carreteras (a muchos les falta aún todo esto). Como las casas están encaramadas en las laderas de los cerros, para llegar a ellas construyen centenares de escaleras por las que  la gente tiene que subir cargada con lo que necesita diariamente. Es una vida dura y sacrificada, pero la gente se esfuerza y  trabaja con la esperanza de cambiar la cara a este lugar y la situación de sus familias.

Para responder a las necesidades urgentes, las parroquias crearon escuelas, centros médicos y sociales; hoy el gobierno también está respondiendo a estas necesidades sociales.

No obstante todos los esfuerzos, hay muchos episodios de violencia, pero esto no es fruto de la pobreza sino de la desigualdad y de la exclusión y ¡aquí hay tanta!. La misma zona es ya una exclusión, los muros que la circundan no son ideológicos y sociales, sino de ladrillo. Entre esta extensión de terreno y la de al lado (Casuarinas) hay un muro que separa riqueza y pobreza; opulencia y miseria; bienestar e indigencia. El epulón y Lázaro aquí son realidades cotidianas. Este muro ha dado la vuelta en las redes sociales y para nosotras es causa de indignación. ¿Es posible que mientras unos gozan de agua abundante para sus jardines y piscinas, otros se tengan que conformar con “el aguatero” (camión que cada día lleva el agua medida y a precio de oro a estos lugares)? ¿ Es justo que mientras unos viven en verdaderas mansiones, otros vivan en casuchas de estera de pocos metros donde albergan 5-6 o más personas…?

Aquí se entiende mejor el misterio de LA Navidad. Dios se encarna y nace en esta realidad pobre y marginada como aquella de Belén. Dios apuesta por esta gente, excluida como los pastores pero, también como ellos, los primeros a los que Dios revela su gloria y anuncia la Buena Nueva del Salvador. Así es esta gente: pobre, sencilla y con tanta fe. En este tiempo que hacemos la novena de Navidad en las familias comprobamos todo esto, mucho sufrimiento, pero tanta fe.

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Aquí los niños gozan de lo poco que tienen: con un balón pinchado juegan, ríen y se divierten, con patines, a veces sin ruedas suben y bajan las calles de tierra llenas de hoyos y piedras como si fuera una pista asfaltada. La alegría es completa en este tiempo en que los “bienhechores” (gente acomodada) ofrecen las chocolatadas (un vaso de chocolate y panteón), junto con un regalo. Las calles están en fiesta; al menos por unos cuantos días todos los niños tienen un juguete en las manos, es bonito. Pero luego, estos días pasan y se vuelve a la realidad; transcurrido este periodo todos se olvidan de estos niños que dentro de dos meses empiezan la escuela y no tienen lo necesario: libros, cuadernos, bolígrafos… Muchos no superan el año porque están mal alimentados (hay muchas desnutrición infantil), los que se enferman no se pueden curar porque las medicinas cuestan un ojo de la cara… Es bonito verlos jugar estos días, ¡que hagan fiesta!, pero creo, que la verdadera Navidad sería que a estos niños no faltara lo necesario durante todo el año pudiendo crecer sanos y felices.

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En esta realidad, la teología de la liberación es más que actual y Gustavo Gutiérrez con la clarividencia que lo caracteriza nos anima en nuestro trabajo: “La fuerza de la utopía no está tanto en la posibilidad de que esta se realice, sino en la compasión de la que ella nace, y de la indignación por la injusticia”.

La profecía de Isaías nos dice: Alégrese el desierto y la tierra seca; llénese de alegría y florezca,  produzca flores como el lirio. Llénese de gozo y alegría. Dios lo hará bello como el Líbano, fértil como el Carmelo y el valle de Sarón. Todos verán la gloria del Señor, la majestad de nuestro Dios.  Fortaleced a los débiles, dad valor a los cansados, decid a los tímidos: “¡Ánimo, no tengáis miedo! ¡Aquí está vuestro Dios para salvaros.( Is. 35, 1-5)

Pues bien tanto la frase de Gustavo Gutiérrez como la profecía de Isaías nos animan a comprometernos cada día junto con esta gente para que la justicia, la igualdad, y la fraternidad pronto sean una realidad y este desierto (no solo físico) florezca. Este es el Reino de Dios, esto es Navidad.

Estoy contenta de estar en este lugar donde junto a las hermanas, acompañamos a esta porción de Pueblo del que aprendemos la sencillez, el compartir y a vivir del necesario. Esto, creo nos acerca a Jesús de Nazaret.

A TODOS OS DESEO ¡UNA FELIZ NAVIDAD Y AÑO NUEVO!

Un abrazo,  Carmen Martín

 

Proyecto: Centro de Salud en Deressia (Chad)

13 Dic

La hermana Lurdes Magalhaes Gundar nos presenta el proyecto de un centro de salud en Deressia.

DSCN2636Este proyecto se realizará en Deressia, una localidad del Chad, en la Prefectura de Laï, a unos 500 Km. de Yamena, la capital.

El entramado social de este país es precario, la gente en general vive en el día a día… se vende algo en el mercado para poder vivir hoy y mañana  ¡Dios dirá! Eso no permite el acceso a la sanidad para aquellos más pobres y que no pueden pagar.

En Deressia, las hermanas Misioneras Combonianas están presentes realizando su labor en el campo educativo y sanitario. De modo particular una hermana enfermera trabaja en el dispensario, reconocido de forma oficial por el gobierno. Allí llegan enfermos de todo tipo y desde muchos kilómetros de distancia. Para ayudar a los enfermos las consultaciones son gratuitas, sólo se les pide una pequeña contribución en la compra de las medicinas.

Hemos constatado que, en la estación de las lluvias, la zona de Deressia se queda completamente aislada debido a las inundaciones que se producen en la carretera que accede al pueblo. Es, pues, una zona con mucha malaria y muchos niños mueren a causa de ella. Otros problemas mayores para los niños son la anemia, la malnutrición y la contaminación por vía neonatal del virus del SIDA.

Las Misioneras Combonianas queremos prestar una atención más eficaz en la lucha contra la malaria y la anemia que se deriva de ella. Operar de tal modo que toda la población pueda tener acceso a nuestro dispensario y elaborar campañas de prevención de la transmisión del SIDA por vía neonatal. Para ello vemos de vital importancia la formación de las mujeres para que cuiden bien a los hijos, les proporcionen una alimentación equilibrada y puedan prevenir la transmisión del SIDA.

Todo esto nos cuesta aproximadamente 5.200€. ¿Nos ayudas? Puedes escribir a economacombonianas@yahoo.es

o bien llamar al número 91 300 22 78 de Madrid

La responsable del proyecto: Sr. Lurdes Magalhaes Gundar

 

Celia Macho: de Uganda a Madrid

18 Nov

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En el mes de octubre pasado la revista «Alfa y Omega» presentaba brevemente la figura de Celia Macho, misionera comboniana, como una más de los tantos misioneros de la diócesis de Madrid esparcidos por el mundo.

«Yo fui bautizada en la iglesia de San Jerónimo el Real y aprendí a rezar en la iglesia de Jesús de Medinaceli. Pasé mi infancia jugando en el paseo del Prado y en el Jardín Botánico…». La misionera comboniana Celia Macho Cardenal es una de los 602 misioneros madrileños que hay por todo el mundo, que se disponen a celebrar especialmente este mes de octubre, de marcado carácter misionero.

Su vocación está muy ligada al cartel del Domund de 1973, que rezaba: Tu fe es un compromiso misionero. «Yo entonces estaba insatisfecha con lo que hacía. Estudiaba Bellas Artes, pero me faltaba algo. Aquel cartel me dio el empujón. Interioricé esa frase y entré en las combonianas de Corella, en Navarra, al año siguiente».

Después de unos años estudiando inglés en Estados Unidos, Celia llegó a Kenia en los 80. «Ese fue el primer encuentro con el sueño de mi vida. Hice realidad esta vocación y desde entonces he experimentando un derroche del Señor para conmigo».

Recorrió Etiopía, Chad y otros países en los que tuvo estancias de menos duración, hasta llegar a Uganda, el país que más le ha marcado. Paradójicamente, su labor allí no se corresponde con la imagen habitual de un misionero; en lugar de desarrollar alguna labor asistencial, trabajó durante años en el centro de espiritualidad Namugongo, estrechamente vinculado a los mártires de Uganda. «Es un país muy castigado por la guerra y la violencia –explica Celia–, y allí se cometieron muchas atrocidades. Por eso se necesitan ejercicios espirituales, talleres de oración, de sanación de las heridas, retiros… Todo para reconciliar a la gente y sanar adultos y niños. Es una labor muy grande, y hay mucho por ayudar en este sentido».

Celia, que es ahora provincial de las combonianas para Europa, volvió a Madrid en 2014, después de 34 años fuera de España. «Echo de menos Uganda. Cuando estás allí vives el día a día con normalidad, hay armonía en la naturaleza, en las gentes, en tu trabajo. Aquí hay una prisa y un torbellino que te absorben. Tienes que esforzarte mucho por seguir tu ritmo y no el que la sociedad te impone. Hay una diferencia de vida muy fuerte», desvela la religiosa.

Además, en la Iglesia percibe «un cambio muy grande. Echo de menos el sentido de fiesta y la celebración en la Eucaristía que allí me alimentaban. Allí la Eucaristía es una auténtica fiesta, pero aquí es muy diferente», lamenta.

De todos modos, a pesar de que «adaptarme a Madrid ha sido más duro que cuando me tocó adaptarme a la misión», y que «ahora estoy aprendiendo de nuevo a ser madrileña», Celia hace balance de estos 34 años y afirma: «El Señor ha sido grande conmigo, estoy muy contenta».

De  J.L.V.D-M.  Texto publicado en http://www.alfayomega.es/129302/la-misionera-mas-castiza